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¿Cómo narrar lo inenarrable?

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¿Cómo narrar lo inenarrable?

 

No cabe duda que a todos nos resulta difícil expresar nuestros pensamientos y sentimientos, ya sea verbalmente o por escrito.

Para algunos resulta más desafiante que para otros, ya sea debido a la timidez o a la intrincada dificultad de organizar las ideas. Es común sentirnos abrumados cuando no encontramos las palabras adecuadas para expresar emociones profundas como el amor, la pasión, el dolor, el arrepentimiento o la confusión que experimentamos al enfrentarnos al “horripilante vacío del vacío”, como lo describe Artis-Gener (1975: 192), al intentar plasmar momentos o experiencias particulares en papel.

El género autobiográfico, caracterizado por su apego a la no ficción, nos enfrenta al desafío de la inefabilidad, es decir, la dificultad para expresar completamente todo lo que deseamos con palabras, o para ser tan precisos como quisiéramos. Esto se debe a que la memoria tiene sus límites y lo que plasmamos en papel será una interpretación de nuestra vida, no la vida misma.

La mística ofrece un notable ejemplo de lo arduo que resulta explicar lo sobrenatural en nuestras vidas, a pesar de ser conscientes de su existencia y experimentarlo. Se evidencia una conexión entre la inefabilidad y la vivencia mística, al intentar articular nuestra relación con lo trascendental y divino. Todos experimentamos una sensación de conexión con el universo, con la creación, y poseemos una intuición y comprensión que guían nuestras acciones, quedando maravillados o perplejos ante lo extraordinario. En estos momentos, los límites del lenguaje nos traicionan y experimentamos frustración al no poder expresar adecuadamente ese vasto, profundo y desconcertante infinito. Por ello, los místicos han recurrido a poemas, metáforas y símbolos, y han empleado el silencio para tratar de describir de manera más precisa lo aparentemente inexplicable. Muchos místicos concuerdan en que las palabras nunca serán suficientes para plasmar la experiencia espiritual. Teresa de Jesús, en su obra “Inefabilidad en la experiencia mística”, ilustra lo difícil que resulta comparar en palabras el significado de la luz solar que percibimos con la luz que emana del más allá.

Transmitir los traumas y sufrimientos generados por guerras, campos de concentración, asesinatos y tragedias que marcan la historia de la humanidad tampoco resulta fácil, incluso más allá de todos los documentales o libros de historia que podamos consultar. El filósofo italiano Enzo Traverso (citado en Sánchez Biosca, 2006: 90) también ha insistido en esta idea: ” Lo que se ha hecho imposible después de Auschwitz es escribir poemas como se hacía antes… y nos obliga a pensar de nuevo el mundo moderno a la luz de la catástrofe que nos ha desfigurado para siempre”. La inefabilidad de la experiencia en los campos de concentración radica en la incapacidad de ser comprendida o transmitida a quienes no la han experimentado, mucho menos comunicarla, además de que el lenguaje no siempre es suficiente para expresar dicha vivencia.

Por ello, los autores han intentado abordar este dilema escribiendo de manera descriptiva y evitando el uso de figuras retóricas. Además, emplean el silencio como un recurso “cargado de significado”; de esta manera, lo que no pueden expresar con palabras simples deja una profunda impresión y da pie a una reflexión profunda para el lector. Es posible que aquí sea pertinente citar el refrán popular que dice “el silencio vale más que mil palabras”. Por otro lado, no debemos perder de vista el arte de la narración. Como afirmó Esther Cohen, “no se trata de contar, sino de contar bien”. Manuel Andújar (1990: 14) también reconoció la imposibilidad de relatar todo el horror experimentado en los campos de concentración, tal como lo expresó en el prólogo de su obra testimonial, “el que lea estas líneas, que se publican rigurosamente como fueron escritas “allí”, debe tener en cuenta que lo dicho es insignificante reflejo de lo que (…) sucedió”.

Hemos abordado la dificultad inherente en expresar pensamientos y sentimientos, así como experiencias profundas como la mística, traumas históricos y vivencias personales, debido a las limitaciones del lenguaje y la inefabilidad de ciertos conceptos. No podemos olvidar que la narración autobiográfica en el género de la no ficción nos presenta muchos desafíos. Al escribir, tomamos un compromiso de sinceridad, aquel que nos obliga a narrar con precisión y veracidad nuestra experiencia, aún aquella que se considera inenarrable.

Somos protagonistas de eventos extraordinarios, a veces víctimas y a veces presas vulnerables del destino; sin embargo, no podemos perder la objetividad, aun dejando espacio para lo emocional y reflexivo. En conclusión, destaco la complejidad de la comunicación humana y la lucha por transmitir experiencias profundas y significativas, así como la necesidad de explorar diversas formas de expresión para abordar estos desafíos. Finalmente, a la hora de narrar lo inenarrable, requerimos de un enfoque ético y sensible, para que nuestro pensamiento o sentimiento no quede en el olvido.

 

 

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