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Un microrrelato

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Un microrrelato

 

Desperté y me di cuenta que estaba echado en una cama. Me preguntaba si había pasado al siguiente mundo ya que sentía que flotaba en el infinito. A medida que empecé a recuperar la conciencia, sentí que avanzaba, lo cual me confundió. Completamente inmóvil, sólo atiné a mover los ojos para percatarme de lo que había a mi alrededor. Observé entonces pasillos que transmitían una sensación de limpieza, orden y ambientes esterilizados. Intenté procesar mentalmente lo que ocurría, vi a personas en batas blancas en constante actividad y en frenético ir y venir. Escuche la palabra “emergencias” en repetidas oportunidades, lo que alimentó más mi estado de ansiedad provocándome un dolor mayor que el dolor físico que ya sentía. La iluminación en el lugar era muy fuerte, lo que por un momento me hizo creer que estaba yendo hacia la luz, hasta que mi visión se aclaró más.

 

Recordé que había estado en una ambulancia y que había pasado por evaluaciones y exámenes físicos, que incluyeron el suministro de analgésicos, seguido de pruebas de rayos X y consultas con especialistas. Fui trasladado a través de los pasillos en una cama de hospital y empujado por un médico y dos enfermeras. Poco a poco, mi memoria borrosa se fue aclarando y me mostró imágenes de mí mismo: me vi frente a un grupo de chicos, con aire arrogante en mi bicicleta, preparándome para una competencia extrema. Aunque ya había participado en este tipo de competencias, sentía que ésta iba a ser la más trascendental de mi vida.

 

Volviendo al presente, noté que me llevaban a una sala que decía en letras grandes “QUIRÓFANO”. No habría temblado tanto de no ser por el dolor del cuerpo y la asistencia de las enfermeras que se esforzaban por calmarme – No te preocupes Alex, todo estará bien- escuché que me decían.

 

Lo que sucedió después no podría describirlo, ya que podía sentir cómo mis párpados se cerraban involuntariamente y me volvía a sentir flotando mientras el mundo se desvanecía. Si tuve algún recuerdo posterior, fue algo que dije de manera lenta e incoherente, debido a que las únicas sensaciones que tuve en ese momento fueron de letargo y confusión.

 

Probablemente me dormí, no puedo asegurarlo, pero al “despertar”, me encontraba en un cuarto un poco oscuro, con un televisor en la pared de enfrente, una ventana al costado y una puerta por donde entraba algo de luz del exterior. Cada esfuerzo por recordar cómo había llegado acá era muy esquivo, casi como intentar atrapar el humo con las manos. La competencia. La bicicleta. La adrenalina. A manera de flashbacks, las imágenes pasaban por mi mente, el viento que sentía rasgar mi piel a medida que aumentaba la velocidad al pedalear con todas mis fuerzas, me dio una tremenda sensación de libertad, de creerme dueño del mundo y de sentir que por fin había hallado mi propósito para toda la vida. Sin embargo, por más que me hubiera sentido invencible ese día, algo salió terriblemente mal: literalmente, un giro inesperado, una piedra suelta en el camino, el caos. El dolor lacerante y la visión del cielo dando vueltas antes de que se volviera todo negro.

 

Me quedé mirando por la ventana, intentando recuperar la paz mental. Afuera, el mundo seguía con su rutina, ajeno a mi lucha interna. Inmediatamente fui sacado de mis pensamientos tras escuchar el suave ruido de la puerta abriéndose.

 

Una enfermera me saludó con una amable sonrisa que contrastaba con el frío de los tubos fluorescentes del techo.

 

¿Cómo te sientes? —me preguntó, preparándose para revisar mis signos vitales.

 

—Bien, con un poco de sed —logré decirle.

 

La enfermera asintió y me ofreció un vaso con agua. Bebí lentamente, sintiendo el líquido refrescante deslizarse por mi garganta. Con cada sorbo, sentía mi mente aclararse más y más.

 

Supe que tendría que enfrentarme a una larga recuperación, pero estaba decidido a superar cualquier obstáculo. Mientras la imagen de la competencia de ciclismo extremo seguía viva en mi mente, empecé a dudar de mi porvenir por la situación en la que estaba.

 

 

Nota:

El texto presentado es un fragmento de un relato mayor. Está escrito en primera persona, para permitir al lector conectar de manera directa con las sensaciones, pensamientos y emociones de Alex, el protagonista, mientras se despierta y se recupera en el hospital. De esta manera, el lector puede empatizar con el protagonista y su lucha interna; y, comprender mejor su determinación para superar la adversidad.

 

 

 

 

 

 

Santa Cruz, 31 de julio, 2024

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